UN POCO DE HISTORIA (DESDE SUS INICIOS)
Centro de Crecimiento Integral Fray Luis Amigó.
Un poco de historia…
Hna. Rosalía
Cordero M.
Hermanita de los Pobres de Maiquetía
Hay años especialmente bendecidos
por el Señor… Sus designios están escritos desde toda la eternidad, sellados
por el amor infinito a sus hijos. Su misericordia, que no tiene límites, busca,
en la fuente insondable de Su ternura, rescatarlos cuando el mal los absorbe en
su vorágine absurda. Uno de estos años fue el 1997. Se
me ocurre pensar que fue un año bendecido porque en él comenzaría una aventura
de gracia y misericordia que sólo Dios conoce. No sé mucho narrar historias. Me atrevo a narrar
ésta porque es demasiado hermosa y, sin pensarlo, me vi envuelta en ella.
En el mes de junio, en una clara
y soleada mañana, Fray Miguel Parra, religioso Terciario Capuchino
(Amigoniano), se encontraba en la Clínica Dispensario Padre Machado que tenemos
las Hermanitas en Montalbán, Caracas. La Sra. Zulay Orta me lo presentó y
admiré su sencillez y disponibilidad. En esa época, no teníamos Capellán en un
Hogar de ancianas que tenemos en El Valle, una populosa zona de Caracas, por lo
que cada semana buscaba algún sacerdote para que celebrara la Eucaristía, por lo menos, los
domingos. Aproveché la ocasión y le pregunté si podía ir el domingo siguiente.
Él, de una vez, me dijo que sí, que con mucho gusto iría de ahora en adelante
y, en caso de que él no pudiese, otro de sus hermanos sacerdotes lo supliría.
Así fue, y sigue siendo, porque hasta ahora, cada domingo, alguno de los Padres
– actualmente, el P. Lorenzo Vicente -continúa brindando este servicio al Hogar
y a la comunidad del Barrio San Andrés.
Al comenzar el año escolar, como Fray Miguel era el encargado de
Orientación Religiosa de algunas Secciones en el Colegio Fray Luis Amigó de
Bello Monte, los alumnos comenzaron a
hacer la labor social en el Hogar, compartiendo con las ancianas muchas
actividades. Él y el P. José María
Martín, administraban los Sacramentos las veces que era necesario. Como buen
observador, Fray Miguel se fijó en un terreno que estaba frente al Hogar y me
pidió que me informase de quién era, ya que la Comunidad le había encomendado
buscar un lugar para construir o tener una Obra que fuese acorde al carisma de
los Religiosos Terciaros Capuchinos.
En Caracas había un buen Grupo de
Laicos Cooperadores Amigonianos, cuyo animador espiritual era Fray Miguel;
hacían sus reuniones, encuentros, retiros, etc. Participé en algunas reuniones
y fui comprendiendo la riqueza del carisma amigoniano (La reeducación de los
jóvenes con problemas) y me extrañaba que, con un carisma tan actual, basado en
la espiritualidad del Buen Pastor y con tanta necesidad en el país, no tuviesen
los Religiosos Amigonianos una Obra específica de su Congregación. Creo que
esto me animó a apoyar desde el inicio este Proyecto, y considero una gracia
del Señor que nos haya regalado esta ocasión de compartir nuestras experiencias
carismáticas. Digo esto porque, personal y comunitariamente, ha sido un gran
enriquecimiento para ambas Congregaciones. Sólo Dios sabe los beneficios
espirituales que hemos recibido varias Hnas. de los Pobres en este intercambio
a lo largo de estos casi 11 años.
Una pareja de Maracay que también
participaba en el retiro, le dijo a Fray que ellos estaban vendiendo una
parcela en el Sector La Yegua de San Diego de los Altos, Edo. Miranda, y creían
que podía servir para la obra que la
Congregación Amigoniana quería hacer. Al finalizar, varios nos fuimos a
ver la parcela, todos emocionados. Nos encantó. Una colina bien hermosa, con
una vista panorámica espectacular. En una hectárea y media había una casa
grande, que de una vez pensamos estaba buenísima para los frailes; una casa más
pequeña de dos pisos, para los terapeutas, y un galpón bastante grande de tres
pisos que, acondicionándola, estaba de
lo mejor para los muchachos. Tenía una pequeña piscina y jardines bien
cuidados; una pintura de la Virgen de Coromoto daba la bienvenida…
La dinámica era explicar el
Proyecto a los feligreses después de la Comunión y colocarnos en las puertas de
la Iglesia con los talonarios. Pero como sacerdote, a Fray le pedían que
ayudase en las Confesiones. Total que él confesaba y, en algunas ocasiones, viendo
que no llegaba, pues la cola de gente para recibir el Sacramento era grande, me
tocaba explicarlo. Yo, feliz de hacerlo, aprovechaba para decirles que no se
trataba sólo de la rifa sino de que colaborasen con otras cosas: objetos
varios, electrodomésticos, etc., que a nosotros nos servía todo lo que ellos no
usaban. De veras que la gente fue generosa. Había quienes nos daban los Bs.
5.000 del boleto y nos lo dejaban para revenderlo. Después empezaron también a
llamar para que fuésemos a buscar lo que querían donar. El Hogar María Páez, de
El Valle, fue el centro de acopio. Aquí quiero agradecer a mi querida Madre
Cecilia Villalobos, quien era la Madre General de mi Congregación en esa época,
por haberme permitido apoyar este proyecto desde sus inicios, así como a las
Hermanas de la Comunidad. Hubo que aclarar a las ancianitas lo que llegaba para
el Proyecto y que luego salía, no fuesen a pensar que se llevaban las cosas de
la casa.
Nuestro Hogar había recibido una
donación del Fondo de Fortalecimiento Social, un ente gubernamental adscrito al
Ministerio de la Familia de esa época, para unas reparaciones. Una tarde fui a
entregar la Relación de los gastos y, en la sala de espera, me puse a observar
una cartelera donde exponían las fotos de las Instituciones y Obras que
recibían sus ayudas. De una vez pensé en que a lo mejor podrían ayudarnos para
el Proyecto.
Hicimos un gran esfuerzo para
vender la mayor cantidad de boletos. Enviamos a nuestros familiares en Carora,
Mérida, amigos en San Cristóbal, Guanare y otros sitios, pero no logramos
venderlos todos. El día de la rifa estábamos ansiosos a ver quién sería el
ganador del Fiat Uno verde, ¡sacado de agencia! Pues, nada, se lo llevaron a
Carora. El talonario fue vendido por mi hermana Sara y una maestra, compañera
de ella en la Escuela Morere, fue la afortunada ganadora. Gracias a Dios no
hubo contratiempos de ninguna especie, la Sra. Geny Núñez hizo el traspaso del
título de propiedad, y la señora se vino a Caracas a recibir su premio. El
carro lo teníamos en nuestro Hogar en El Valle. Las fotos de la entrega están
en el álbum. Volviendo a lo del proyecto, de vez
en cuando llamaba al FFS para ver qué pasaba. Mi contacto era la Lic. Ortiz quien, con mucha
gentileza y cariño me atendía y me iba poniendo al tanto. En nuestras oraciones
pedíamos al Señor que, si era Su Voluntad, nos concedieran la ayuda. Seguimos a
la espera.
Yo conocía al entonces Ministro de la Familia, Dr. Carlos Altimari Gásperi.
Él, ingenuamente, me había dado número telefónico de su oficina y el del fax.
Pues nada, no digo cada día, pero casi, le enviaba una cartica: Sr. Ministro, recuerde lo de la ayuda para
los niños; o le dejaba un mensaje. Un día me dice: Hna., ¿ustedes pueden venir temprano a mi oficina en el Parque Central?
Pues claro que sí, Sr. Ministro. Nos citó para un día concreto y, a las 6
de la mañana estábamos ahí, esperando que saliera de Misa en la Capilla de San
Clemente, donde participaba cada día. Fuimos los primeros en llegar. Nos
atendió con mucho cariño, expusimos todo, pero… “Yo no resuelvo. La Lic. Jairala es la que decide eso”. “Pero mire, Ud.
es el Ministro, si le dice ella nos lo da” “Sí, pero esperen que ella analiza
el cas
Pasaba el tiempo, no mucho a
decir verdad, pero para nosotros era muy pero muy largo. Un día había en la
UCAB un Congreso sobre la Acción Social de la Iglesia y supe que el Ministro
iba a participar. Llamé a Fray al Colegio y le dije: “Vente porque el Dr. Altimari va a estar aquí y la Lic. Jairala también,
vamos a aprovechar de hablar con los dos nuevamente”. “Hnta., yo tengo clase
ahora”. “No, deja esos muchachos con alguien pero te vienes de una vez, no
podemos desaprovechar esta ocasión”. “Ya voy”. Llegó el Ministro y lo
abordé en el estacionamiento. Llegó Fray y hablamos con él. También con la
Licenciada, ella dijo: “Sí, tienen
ochenta millones, pero no me pidan más”. “Eso no nos alcanza, por favor”. Sí,
eso es lo que puedo darles” ¡Gloria al Señor! ¡Qué alegría tan grande
sentimos! Esa misma mañana, después de
una exposición en el auditórium, íbamos por el pasillo y alcanzamos a la
Licenciada que iba al cafetín. Nuevamente le dijimos que, por favor, nos diera
alguito más. Cuando llegamos al cafetín, ella le dice a Fray, en son de broma: “Si te arrodillas ahí te doy algo más”.
¡Qué risa! De una vez, Fray se arrodilló y ella le dice: “Te voy a dar diez millones más”.
Gracias, gracias. Ella no creía que se iba a arrodillar ahí y le dijo
eso porque – narró – cuando era una
niña, a su hermano que a ellas les mezquinaba todo, si él quería helado le
decía: Si te arrodillas te doy. Menos
mal que se acordó de esa anécdota porque logramos algo más. Esto ha servido
para, en más de una ocasión, echarle bromas a Fray.
Teniendo ya la aprobación por
noventa millones, manos a la obra rápidamente para llevar al FFS los documentos
de la Asociación, de la parcela y todos los requerimientos. Fue necesario
inscribir la Congregación en el Ministerio de Relaciones Interiores y de
Justicia, como se llamaba en ese entonces.
¡Qué no hicimos y caminamos en esos meses!
Fray vio la necesidad de preparar
a algunas personas para cuando comenzase el Programa. Habló con sus hermanos de
la Provincia San José de Colombia,
quienes lo apoyaron bastante y le permitieron que fuesen a hacer un curso de
terapeutas y compartir experiencia con algunas Comunidades allá. Fray César,
Carlos, Pablo y María Isabel fueron enviados dos a Bogotá y dos a Medellín a
prepararse. Todo con mucho sacrificio y austeridad. Después resultó que ninguno
llegó a trabajar con nosotros.
Seguimos con la historia de la
parcela. Aún nos faltaba dinero, pues recordemos que costaba ciento diez
millones y, ni con lo obtenido en la rifa, completábamos, además de que había
que terminar la construcción del galpón que estaba a medias y adquirir equipos,
etc. De todos modos, confiamos en el Señor que de alguna parte se manifestaría
Su Divina Providencia. Le aseguramos a la familia que vendía la parcela que ya
teníamos ese dinero y ellos, muy gentiles y comprensivos, nos dijeron que recibían esa cantidad y después podíamos ir
pagando el resto.
Íbamos con mucha frecuencia a
visitar la casa, comenzar a conocer los vecinos, planificar, llenos de inmensa
alegría, los detalles de lo que sería la comunidad terapéutica, etc. De vez en
cuando los Amigonianos nos acompañaban y algunas Hnas. de mi Comunidad.
Estábamos todos felicísimos. ¡Ya veíamos funcionando todo! Algunos frailes que
venían de vacaciones se quedaban encantados
con el sitio. El P. Clementino, Provincial en esa época, visitó también
el lugar de la futura comunidad. Esos
eran nuestros planes. El Padre, cuyos designios son inescrutables, tenía en los suyos algo más
maravilloso aún. Para llegar ahí fue preciso contar con la cruz, que no se
había aparecido casi. Faltaba ese sello que tienen las obras que son del agrado
de Dios.
El entusiasmo
no cesaba y bullían en nuestras mentes muchos sueños y proyectos. Se me pasó decir que nos habían hablado de
una Casa grande con un terreno espacioso en la carretera que va a Güigüe. Fuimos a verla, bien bonita. Desde
ahí se divisaba el Lago de Valencia. Pero estaba justo a orilla de la carretera
y a Fray no le pareció bien. Nos
acompañaron a verla los esposos María Eugenia y Chucho.
Corría el año 1998. En el Fondo
de Inversión Social tenían un Programa
donde, presentando un proyecto bien sustentado, donaban equipos a las
Instituciones que tenían objetivos sociales.
Como conocía al Presidente de dicho organismo, le dije a Fray que era bueno
pedirles nos equiparan el galpón. Me fui a Los Ruices a buscar la planilla de
solicitud. Expuse el proyecto, les pareció bien y me animaron a entregarlo lo
más pronto. En la lista de regiones, esa zona no estaba considerada como
prioritaria pues es residencial, pero me dijeron que, dada la importancia del
programa, harían lo posible por darnos una respuesta positiva. Entre los
recaudos que solicitaban había uno que fue nuestra piedra de tranca: la
aceptación del proyecto por parte de la Asociación de Vecinos.
Nos fuimos a la parcela creyendo que todo iba a ser
papita. Hablamos con la familia de al lado, que siempre nos recibían muy
contentos porque iba a haber algo bueno ahí, qué simpáticos son… Les dijimos
lo de la carta y les expusimos el proyecto con los muchachos adictos.
Nos escucharon pero… los gestos, luego las palabras… nos fueron diciendo que no
iba a ser fácil la aprobación. Les propusimos invitar a los vecinos para el
domingo siguiente en su casa. Llegó el día. Llegó gente no sé de dónde, siempre
veíamos pocas casas. Objetaron todo y nos decían: “Aquí nuestros muchachos son sanos, van a estar viniendo carros de gente
que no conocemos, van a dañar nuestra carretera (que más mal no podía
estar), el agua llega poca y con ustedes
ahí no nos va a alcanzar, la gente drogada que vendrá a dañar nuestros
muchachos y muchachas, no podemos permitir que nos perjudiquen la zona…” Y
pare de contar. Fray, que era el que sabía qué respuestas dar, les explicaba
los alcances del programa, que más bien los muchachos arreglarían la carretera,
que como el Estado nos estaba ayudando obtendrían beneficios para todos, habría
agua en abundancia, sería una bendición para todos, etc., etc. Yo decía todo lo
que podía. Josefa, José y Tania, que nos acompañaban siembre, daban sus
opiniones tratando de convencerlos, pero eran duros de roer. Viendo que no
logramos un consenso, les invitamos a otra reunión el domingo siguiente
creyendo que, a lo mejor, cambiarían de parecer en esa semana, y los que no se
habían enterado, pues, nos apoyarían.
Llegamos a La Victoria. Seguimos
a Pie de Cerro. Dejamos el carro donde Magaly, amiga incondicional y siempre
cercana desde los inicios. En la camioneta del señor Pedro arrancamos por la
carretera hacia Gavante. Un paso de río, y otro, y otro. En el cuarto paso nos
dijo que desde ahí comenzaba la Finca Pesgualito , al lado izquierdo. A Fray le
iba gustando el paisaje, las montañas, los ríos, franciscano él. Después del
noveno comenzamos la subida que ahora todos conocen. Llegamos. En la primera
explanada había un galpón viejo, grande, donde tenían unos animales. En una
habitación vivía una pareja con sus tres niños que cuidaban la finca. En la
segunda explanada, subiendo más aún, había una casa con tres habitaciones, un
baño, cocina-comedor y un patio grande. Al lado una casa más pequeña con dos
habitaciones y un baño. Era el sitio más hermoso, desde donde se observaba la
grandeza y hermosura de las montañas. Un paraíso, clima fresquísimo, un lugar
tranquilo. Aguacates, cambures, limones, naranjas, lechosas, guanábanas,
pimentones, berenjenas, manantiales,
naturaleza exuberante. Nos encantó.
Había que ir al grano de la
cuestión: el precio. Le explicamos, en concreto, para qué queríamos la finca y
le gustó la idea. De una vez le dijimos que él la vendía por ochenta millones,
según nos habían informado. “Ah, eso era
hace dos años. Ahora cuesta más. ¿Saben cómo ha subido el dólar? ¿Y todos los
productos, alimentos, abono para los frutales, etc.? A 153 millones la estoy
vendiendo” Y nosotros: “No podemos a
ese precio. Solo tenemos noventa millones. Mire, aquí se va a recuperar un poco
de gente, muchachos con problemas, niños de la calle. Aquí va a haber una
capilla, la gente vendrá a orar, se celebrará la Eucaristía. ¿No le
perece hermoso que en su finca pase todo
eso? Sí, ande, por favor”. Él continuaba repitiendo sus argumentos,
valederos ciertamente, pero no era menos cierto que nosotros no teníamos más
que ofrecer. Íbamos con él de cuarto en cuarto. Le parecía muy poco, a nosotros
nos parecía muchísimo. Tanto insistimos que nos dijo: Sí, está bien, se las dejo en noventa” “Gracias, señor, gracias, ya
verá cómo está finca será una bendición. Le avisamos cuándo nos vemos”. Fray
ya estaba decidido en su corazón.
Llegó el día. ¡Aleluya! A las
9:00 a.m. del día lunes, 26 de agosto de 1988, teníamos la cita en el Registro
del Edificio Cilento de La
Victoria , para que el P. Lorenzo Vicente Soria, Representante
Legal de la Asociación Civil
Terciarios Capuchinos de Venezuela, firmara la compra de la Finca Pesgualito. A las 9:30
a.m. se firmó. La emoción fue intensa. Estábamos presentes, el P.
Lorenzo, Fray Miguel Parra, Don Pedro Riú Prat, Nieves de Riú, María Eugenia y
Chucho, y esta servidora.
Entregados los documentos, el P.
Lorenzo regresó a Caracas. Nosotros seguimos en la camioneta Wagoneer a Maracay
a casa de Chucho y María Eugenia, donde almorzamos y brindamos llenos de
alegría. Después del almuerzo nos dimos a la tarea de lavar la camioneta, ya
que no cabía un pelo más de los perros del señor Pedro. De regreso pasamos por la Finca.
No es posible continuar el relato sin expresar nuestra inmensa gratitud al
Señor, Padre Bueno y Providente, por este regalo concedido a la Congregación
Amigoniana. En las conversaciones con el Ministro de la Familia , le preguntamos en
una ocasión: “El hecho de que ustedes nos
hayan dado para comprar la finca, ¿es motivo para que alguna vez nos la pidan u
otra cosa?” “De ninguna manera, contestó, ésa es propiedad de la
Asociación , tranquilos” ¡Gloria a Dios! Sí, damos
infinitas gracias a Dios. Siempre tuvimos una certeza tan grande de que era una
Obra querida por Dios y urgida por nuestros jóvenes, que esa frase la colocamos
en todas las cartas que enviábamos. El tiempo daría la razón. Los primeros días
de septiembre Fray Miguel se mudó a la finca. Sus hermanos, Ivis y Alfredo, y
su sobrino Haycar, lo acompañaban. Fue una ayuda invalorable la que estos
muchachos le dieron a Fray. Cocinaban, limpiaban, echaban machete, recogían
aguacates, etc., todo lo que se pueden imaginar que hay que hacer en una finca.
Roberto, su esposa y sus niños
continuaron en la casona de abajo. El señor José, quien se quedaba en la casa
de arriba, fue contratado por Fray para que trabajara, pero duró muy poquito
porque, se podrán imaginar, toda la vida tomando aguardiente y masticando
chimó, y desde que cambió de patrón no podía tomar más. ¡Nos reíamos con él!
Cuando se fue, le preguntaban: “¿Por qué
te viniste de arriba?”, respondía: “Qué
va, allá rezan mucho, rezan al levantarse, rezan para comer, rezan para
acostarse, puro rezar”. Nada que dijo que le hacía falta su bebida
espiritosa. Esa fue la única condición que le puso Fray. Cuando comenzaron los
muchachos a limpiar monte, encontraron verdaderos “entierros” de botellas de
licor vacías. Él las iba “sembrando”. Sacaron cantidad de pipotes full de
botellas.
Los aguacates fueron los que
mantuvieron las actividades que se iban haciendo. Poco a poco comenzaron a llegar
algunos muchachos para ser atendidos. Hubo épocas en que el grupo era grande. A vender aguacates se ha dicho.
Fray vendía en la Victoria ,
y yo en Caracas, en el mercado de Coche, Restaurantes, vendedores en la calle,
en las Casas de las Hermanitas de los Pobres, a particulares, etc., regateando
precios. Ya tenía hasta clientes fijos. ¡Qué risa! De verdad se cuenta y no se
cree. No sólo aguacates, también cilantro, cebollín, perejil, limones, lo que
diera la tierra. Les cuento algo gracioso: En un
retiro de Amigonianos en Jabón, en la
Hora de la
Alegría , hicimos varios actos bien jocosos. En uno me vestí
de no recuerdo qué, y entre lo que hacía, llamé a Fray, le tomé las manos e
hice que se las leía. Se puso rojito, y
le decía: “Por estas manos veo algo… como
aguacates… por aquí ha pasado mucho dinero…”. Nos reímos a gusto. Comenzó la finca a ser el punto de las reuniones de los Amigonianos que
iban de Caracas. Ya desde que Fray comenzó con el Proyecto, ellos constituyeron
una Fundación llamada “Amigos de Amigó” que tenía por fin, recuerdo, recabar
fondos y apoyar el mismo, pero no se consolidó.
Cuando nos dieron el cheque en el
Fondo de Fortalecimiento Social, la Lic.
Jairala nos sugirió presentásemos el Proyecto a la CANTV para ver si nos
ayudaban. Teníamos la finca, las casitas, pero… ¿y el Centro para los
muchachos? Total que armamos muy bien el Proyecto y lo llevé una tarde,
entregándoselo a la Lic. Erika
Schmid, Gerente de Relaciones Institucionales de CANTV. Quedó en que
estudiarían el caso y nos llamaría para una entrevista en caso de que fuese
aprobado. Oración, oración y llamadas telefónicas. Hasta que un día llamó
dándonos fecha y hora de entrevista con ella y las dos Asesoras de Proyectos.
¡Qué emoción! De una vez llamé a Fray quien se puso muy contento. Era una buena
señal. Llegado el día nos fuimos. Los cinco entablamos una buena conversación,
explicamos todo; preguntas iban y venían. En un momento nos pregunta ella: “Este proyecto está muy bien hecho, ¿de dónde sacaron el formato? ¿Quién les dijo que nosotros apoyábamos estas
iniciativas?” Y nosotros: “Bueno, la
necesidad que tenemos de hacer realidad esta casa para los niños de la calle”. Finalmente
dijimos que sí, que en el FFS nos habían dicho que ellos nos podían dar un
aporte y que por eso estábamos ahí. Nos dijeron ellas iban a presentar el
resultado de la entrevista al Presidente de CANTV y nos llamarían. Pero antes
de salir, una de de las Asesoras, Sharon, me pregunta: “Hermana, ¿usted es capuchina, terciaria? Y le digo: “No, yo soy Hermanita de los Pobres de
Maiquetía, trabajo en un Hogar de ancianos”. “Esto me parece ecuménico – responde -, es muy raro que una Congregación pida por otra. Eso no es común”.
“Bueno, el Reino es uno solo y no tiene fronteras – le dije más o menos eso
-, pues sí, nos embarcamos juntos en este
proyecto y ahí vamos”. Me sorprendió
que cayera en la cuenta de ese detalle, yo no lo había ni pensado, creo.
Al poco tiempo nos llamaron
dándonos la noticia de que habían aprobado setenta y cinco millones de Bs. para
que comenzáramos la construcción del Centro. ¡Gloria Dios! A llamar a Fray Miguel, buscando la
manera de hacerle llegar la información porque, como saben, arriba no hay
cobertura. Habíamos quedado en que cuando bajara a la ciudad me llamara por si
había algún mensaje. Además, en esos días iba con frecuencia, casi
semanalmente, a llevar las cosas que la gente seguía trayendo para los
muchachos y para la finca. Era bien hermoso ese compartir de la gente. De las
Parroquias que habían colaborado en la venta de la rifa del carro llamaban
avisando de donaciones de cocinas usadas, sillas, ropa, etc. El día que fijaron para la
donación nos reunimos en la
CANTV de la Av. Libertador
en la oficina de la Gerencia. El
P. Lorenzo Vicente Soria, como Representante Legal, firmó el acta de entrega
del cheque. Regresamos felices y contentos.
Es bueno acotar aquí que la CANTV de 1999 fue la primera
Empresa que creyó en el Proyecto. Habíamos enviado cartas a muchas instituciones
del exterior, especialmente. Nos habían dado una lista de las que solían
financiar proyectos. Pero nos respondían que Venezuela no era un país pobre,
que no entraba entre los que ellos ayudaban. Por correo electrónico le
escribimos a no sé cuántos, hasta a Bill Gates, a través de su Fundación. Nada.
Nos contestó el responsable de los proyectos en lengua española que apoyaban a
países pobres y con objetivos muy concretos, diferentes a los nuestros. Por
supuesto, cuando CANTV aprueba la donación no cabíamos de gozo.
En ese ínterin, nos llamaron del
Fondo de Fortalecimiento Social para que presentáramos el Proyecto al Gabinete
ampliado del Ministerio de la
Familia , junto con otra Institución que ahora no recuerdo. A
prepararnos, entonces. Recuerdo que hicimos unas transparencias y Fray las
explicó a todos, quedando satisfechos, desde el Ministro para abajo.
Waoooo la Gloria y honrra para Dios siempre! Las obras del Señor son imparables. Que bendicion la mía haber conocido Fray Miguel, un angel que papito Dios nos envío a este mundo sin didas
ResponderBorrarQue Dios derrame muchas bendiciones!!!pues es un honor de haber conocido a este siervo de Dios Fray Miguel Parra benciones y ánimo de seguir alabando al señor..🙏🙏😇
ResponderBorrarBendiciones Fray Miguel Parra...que gran dicha la que tengo que conocerlo ...que Papá Dios me lo proteja siempre..🙏 y que tenga éxitos en sus labores pastorales😊😇
ResponderBorrar